¿Qué edad tienes?

No tenemos una edad, tenemos dos: la física y la mental.
A pesar de que ambas siempre nos acompañan, viven autónomas y pueden ser bien distintas la una de la otra; todos conocemos niños adultos y ancianos adolescentes, cincuentones juguetones y veinteañeros trascendentes. Uno puede tener a la vez 18 y 30, 50 y 20.
La edad física, por su propia visibilidad, siempre concreta y limita. Apostamos por la tersura o la arruga, dependiendo del estado de nuestra propia piel: los jóvenes con los jóvenes, los jubilados con los ídems...
La edad mental, por su naturaleza invisible, en ocasiones amplía esa capacidad de conexión; el joven vibra con el viejo rockero, el adolescente venera al anciano profesor, el niño se alza con sus mayores. Se admira el contenido, no el contenedor.
Eso sólo ocurre cuando desde una mayor edad existe un deseo de aproximación a los jóvenes, con una sincera actitud de entender y conectar. Cuando sucede, se inicia un respeto mutuo (insisto, mutuo), porque se lima el desprecio pasota o la autoridad soberbia.
El distanciamiento entre adultos y jóvenes, padres e hijos, instituciones e instituidos, demasiadas veces se produce porque ambos convierten su edad física en su barrera mental.
Y las barreras mentales sólo se superan cuando todos (insisto, todos) usan la pértiga cerebral que los eleva hasta el saber respetarse, oírse y discernir. A ras de suelo hay demasiada polvareda.

Huelga de energía

Vamos a recargar energía a los surtidores de la vida y cada vez nos sale más cara.
La energía de la sonrisa fue racionada. Aquellos chistes, paradas de camino, fueron limados por la urgencia y la impuesta presencia.
La energía del abrazo multiplicador de sentires fue distanciada por un airbag con interés flotante a meses vista.
La energía de la mirada cómplice, ese pegamento instantáneo y animal de las neuronas abiertas, fue opacada por lentillas plásticas de futuros coloreados antes de ser vividos.
La energía de las palabras sin filtro, aquella que reclama el cerebro y el alma, fue filtrada por el ecualizador de la voz en off del interés y el temor.
La energía que nace de la urgencia del instinto y se macera en los apacibles óleos del dar sin esperar se fue disolviendo entre los pedos de los cuatro imbéciles mundiales que de tanto pensar con su culo quedaron incapacitados para elevar sus ideas al nivel de sus cerebros.
¡Qué magnífica época ésta para cargarse de energía propia! Para construirse sin esperar, para ser sin depender, para sonreír ante la ocurrencia que brota de la observación y el contraste, del compartir desde el sentir y del gozar desde el desacompasado estar.
Afortunadamente, cada vez interesan menos las energías de vendedores de liberaciones con nuevas sumisiones, porque no tienen puñetera idea de cómo vendérnoslas. ¡Somos nosotros los que estamos en huelga!

En la otra vida...

En algún momento, a todos nos dijeron que además de esta vida había otra. Sin pensarlo mucho, era obvio que para poder vivirla eran necesarias dos circunstancias: primero morirse, y después, creérselo.
Respecto a lo primero no cabe duda: todo lo que nace, muere. En cuanto a lo segundo, hasta el más creyente, antes de anatemizar debería tener una mínima comprensión de las lógicas dudas ajenas, porque con tantos millones de muertos supuestamente post-vivientes, por el momento no existe testimonio, mensaje o prueba que confirme qué tal se encuentran y cómo se lo pasan en la nebulosa eternidad.
Respetuosamente, y porque puestos a creer cada uno se aliña su verdad, pienso que sin necesidad de morirse (que casi siempre jode), existe la posibilidad de otras vidas dentro de la vida en vida. Sería, más o menos, lo que en términos populares se conoce como llevar una segunda vida.
Ese concepto, desde la intransigencia dogmática es vil y reprobable: sólo se puede vivir una vida, y para otras, el interesado se servirá esperar a morirse.
La otra visión (todo dorso tiene su reverso) es que lo mejor de la vida es vivir dos: una es la oficial, con su nómina, su hipoteca y sus atascos multi-todo; la segunda es la de los sueños despiertos, las horas sin reloj y las ilusiones sin faja, porque si no golpeas a nadie e incluso lo estimulas, en vida vives el doble.
Es vivir otra vida, pero por si las moscas, en vida.

Vasos comunicantes

Somos porosos: inmensos almacenes de sensibilidad en permanente trasiego de vivencias.
Nuestros cinco sentidos están en continua acción: no paran de ver, oír, oler, degustar y palpar. Detectan, decodifican y después, archivan o borran. Porque así es cómo quedan grabadas en nuestro almacén-cerebro, de forma tan continua como el aire que respiramos, las miles de percepciones, sensaciones e informaciones que desfilan en nuestro diario vivir.
A todo lo que acontece cada uno le va aplicando su personal e intransferible filtro personal, aquel que hace que un mismo hecho pueda ser interpretado y valorado de manera bien distinta por uno u otro. Y al final, lo que queda es lo que retenemos, las refinadas gotas de nuestro más profundo ser y sentir: encontramos nuestra propia esencia.
Consciente o inconscientemente, nuestra porosidad hace que no paremos de absorber lo que creemos nos falta y de exhalar lo que sentimos nos sobra. Nuestra relación con todos los demás es un permanente ejercicio de vasos comunicantes, que guarda armonía cuando hay equilibrio entre lo que se expira y lo que se inspira -entre lo que se da y lo que se recibe-, y que se rompe cuando el desequilibrio es desproporcionado o, simplemente, no existe.
El interés, cuya cumbre es el amor, y el desinterés, cuyo pozo es la alergia, siempre se establecen desde el elemental, lógico, grávido y poroso principio de los vasos comunicantes.

España muda

Viena, 8.42 de la tarde. Allí están: abrazados, recios y solventes. Medio mundo los observa: se les ve potentes, bellos, concentrados, ansiosos...y mudos.
En tres minutos van a jugar el partido más importante de su vida. Suena una música, que por su textura es inequívocamente un himno, esa melodía vital y envolvente destinada a impulsar la orgullosa savia de la pertenencia.
Pero... ¿qué ocurre? ¿Por qué no cantan, como los demás equipos, su himno nacional? Algunos parece que lo musitan, los labios apretados, la lengua inerte.Pero no, no cantan nada, porque frente a todos y ante sí mismos, la España que quiere cantar no puede hacerlo porque ha sido obligada a permanecer muda.
¿Cuándo se resolverá tan incongruente desatino? ¿Cuándo esta inmensa mayoría de españoles que se sienten felices de ser y pertenecer podrán cantarle a uno de sus grandes amores, ignorando a quienes los califican de derechones, fascistas y otras mezquindades sin fuelle?
España necesita cantar: su libertad, su magnífica multiplicidad, su manifiesta hambre de futuro mejor sin retorcer cualquier pasado. Este país no puede seguir mudo ni un año más.
Abusando de columna, le pido a este Rey que jadea goles, a esta Reina de rojo y alegría, a estos Príncipes que abrazan resultados, a un Zapatero y a un Rajoy por un momento capaces de exhibir su dentadura, y a todo este Parlamento tan hablador, que de una vez por todas le den voz a España.

Ingrid

Mamá, estoy viva, estoy libre". Cómo debían vibrar aquellas cuatro cuerdas vocales, enmohecidas por tantos años de soledades y silencios.
Cómo debía latir aquel corazón entumecido de desesperanza, resquebrajado por falta de caricia, exhausto por ausencia de ecos.
Cómo debían trotar aquellas neuronas enfangadas de tanta repulsiva humillación, de marchas hacia la ciega nada.
Ingrid, colombiana de pura cepa y raíz profunda, mujer hecha de fuerzas, resistencias y talentos, convicciones y visiones, silencios no callados y hablares multiplicados.
Qué bello y trascendente ha sido comprobar que, frente a tanta maldad sin presente, te hayas convertido en símbolo mundial de libertad con futuro. Que frente a muros, hoces, martillos, fanatismos esclavistas de cerebros, neos, ultras, excluyentes, condenantes, comandantes con galones oxidados y proselitistas de pasados fracasados, tú, mujer malherida de sonrisa tierna, te hayas convertido en energía y ejemplo de valentía para los que quieren ser y dar, en dique impenetrable frente a quienes en pleno siglo XXI aún pretenden el absoluto poder a través del joder.
Frente a tanta inútil muerte sin eco, tú te has convertido en el clamor de vida que retumba paz.
Quedan otros 700 encadenados en nuestras exuberantes selvas. ¿Por qué y para qué? Se agotaron las respuestas.
No hay nada más amoral y necio que andar sin rumbo y perdido, pretendiendo marcar el camino.

Regar sin ahogar

El conocimiento desmitifica el sentimiento. La ciega pasión, el deseo irrefrenable, el no aceptar críticas respecto al otro, corresponde a una vitalista etapa del deseo, alado por la belleza del descubrimiento y la obtención.
Si todo va bien, parece científicamente demostrado que este es un vuelo de máximo dos años. Después, lo nuevo declina en conocido, lo maravilloso en habitual, el fuego en brasa: llega la desmitificación.
Los sentimientos son hipérboles del cerebro que para que perduren hay que mantener húmedos, porque cuando no se hace tienden a agrietarse y secarse. Pasada la inflamación del despegue, amar es el derecho que más se tuerce. Mantenerlo vivo requiere dedicación y reciprocidad, un pacto no escrito de admiraciones, respetos y apoyos mutuos que hay que regar sin ahogar.
A diferencia de la fe, que puede ser eterna porque tiene una impenetrable y sagazmente incuestionable base irracional, los sentimientos, pasada la efervescencia, deben tener un soporte de mínima lógica capaz de resistir el roce de la convivencia.
Parece que el verano estimula nuevos brotes y reseca viejas raíces. Psicólogos, prostitutas y abogados saben que septiembre es época de aumento de heridas y desquicios en las parejas.
Al hacer la maleta de vacaciones, cuando el calor y la convivencia aprietan, es bueno incluir una invisible regadora: se trata de mantener húmedo ese extraordinario sentimiento llamado amor.

¿Amor ciego o miope?

El amor nace cuando se exaltan sin límite las virtudes y se consolida cuando se aceptan sin rencor los defectos.
Por mucho que queramos evitarlo, el defecto es como el 29 de febrero: al final, siempre llega. Aquel intercambio de energías sufre apagones; aquellas miradas tienen golpes de estrabismo; aquellas palabras se pierden en temporales afonías. Se empieza a detectar el defecto.
El menú de sinsabores es muy variado y cada pareja lo digiere de distinta manera, aunque parece que en pleno 2008 el más generalizado sigue cierta tendencia.
Como entrante, un "Debe estar nervioso por algo" es el parche que cubre el primer moratón emocional. Como plato principal, un "¿Por qué me tratas así?" es el gemido del corazón camino a partido. Como postre, un "No te aguanto más" es el remate antes de pedir la cuenta y largarse.
Eso en cuanto a lo profundo. En cuanto al entorno, hoy el amor veraz debe aprender a convivir entre una constante persecución a la prisa, prohibiciones majaderas, crisis con presidente risueño, nóminas discretas e hipotecas inconcretas.
Es una humilde y columnista opinión pero, frente a tanto desaguisado, un eterno degustar y digerir amor en pareja sólo se hace masticable desde una aceptación pactada de los defectos propios y ajenos.
El amor ciego, para que perviva por los años de los años, siempre es bueno que se vuelva un poquito miope.

Lo que dicen los editores




Alemania

“Ángela Becerra es la nueva estrella brillante de la gran literatura de sentimientos”.

Random House group
Blanvelat Verlag

Argentina

“Sus libros se leen casi sin respirar”.

Planeta Argentina

Brasil

“Su lenguaje es exquisito. Bellamente elaborado y con un acertado manejo de la técnica”.
Objetiva-Suma

China

“Una maravillosa prosa rítmica y sensorial. Nos llena de orgullo publicarla”.

People’s literature
Publishing house

Colombia

“Se mueve con la destreza de los grandes maestros”.

Villegas Editores
España

“Despierta el placer de dejarse llevar por la música de su estilo”.

Planeta

EEUU

“Esta gran obra ubica a la autora en un sitial respetable en el horizonte internacional”.

R.B. New York

Holanda

“Su mágica prosa es imposible de abandonar. Digna sucesora de García Márquez”.

Uitageverri Sirene

Hungría

“Magia y sentimientos que forman un nudo en la garganta”.

Lap-Ics

Turquía

“Despierta a fondo los sentidos para internarse en las entrañas de la emoción y los sentimientos”.

Goa Publishers

Italia

“Hemos quedado subyugados por su magistral literatura”.

Casa Editrice
Corbaccio

México

“Una prosa que triunfa en Europa y América”.

Planeta México

Polonia

Sus novelas son una vuelta de tuerca a lo “real maravilloso”.

Bertelsman Media

Portugal

“Nos transporta a otro universo. Ángela Becerra es mágica”.

Editorial Casa das Letras

Los libros preferidos de Ángela Becerra

-Sonata a Kreutzer, de Leon Tolstoi
“Es una novela corta e intensa, que enseña de forma magistral la fuerza literaria en el manejo de los sentimientos, en la que este escritor ha sido el gran maestro.”

-Lo bello y lo triste, de Yasunari Kawabata
“Me fascina la extraordinaria destreza de este autor en crear atmósferas. La delicadeza de su narrativa y su exquisita pluma convierte esta sencilla historia de nostalgias en un drama intenso de pasión y destrucción, erotismo y maldad”.

-Rayuela, de Julio Cortázar
“Tal vez lo más importante de esta novela no sea lo revolucionario de su trama, sino la profundidad psicológica de sus personajes y la relación que desde dentro establece cada uno de ellos con el amor, la vida, el arte y la muerte. En cada relectura que hago, siempre encuentro algo nuevo”

-La sonrisa etrusca, de José Luís Sanpedro
“La ternura y humanidad que desprende esta novela es sin duda lo que la hace inolvidable. La narrativa fluida de esa íntima relación entre el abuelo condenado a muerte y su pequeño nieto muestra el enfoque más humano de la vejez y su soledad, eso que tantas veces se ignora”.

Preguntale a Ángela




Las manos me sudaban, sentía mariposas en el estómago, daba paseos por el pasillo de mi casa; había logrado contactar con Ángela a través de la editorial Planeta, ¡No me lo podía creer! A las 12:32 empieza a sonar mi móvil, hasta el Nokia Tune de siempre me sonaba diferente. Respondí a la llamada, una cálida voz colombiana me decía: "¿Julio?".

Era ella, Ángela. Pese a que no la conocía, sentía lo contrario. Despues de todo este tiempo admirandola y sintiendo a través de sus palabras no sabía ni que decir. Era sencillamente increible. No pudimos hablar mucho, estaba liada, pero si lo suficiente como para saber que está en pleno proceso de escritura de su próxima novela.

Estaba sorprendida por esta web de fans: "¡cuando descubrí la web creada por mis fans no me lo podía creer!", me dijo con su deje colombiano. Quedamos en que estamos en contacto y muy amablemente se ofreció a responder preguntas hechas por sus fans.



Quedan todos avisados: si quieres preguntarle algo a Ángela Becerra no tienes más que enviar tu pregunta por email a angelabecerrafans@gmail.com, y se la hare llegar a ella personalmente. Las preguntas junto con sus respectivas respuestas seran publicadas en la web.


Los años perdidos

Intelectualmente, cada uno tiene los años que tiene menos los que perdió. ¿Cuánta vida propia quemamos alimentando fuegos ajenos que hoy son ceniza?
¿Cuántas creencias y fanatismos embucharon de grasa inútil y sin futuro nuestro cerebro?
¿Cuánta transfusión de sangre sacarinosa camuflada de amor eterno bombeamos con ese corazón que cuando más joven late es cuando impulsa su propia sangre?
¿Cuántos comedores de sesos, con sus viejas verdades absolutas hoy disolutas, ensuciaron nuestro ingenuo espacio de los sueños hasta que descubrimos que su inmensa miopía no podía ser nuestra ceguera?
¿Cuántas horas malgastamos sembrando sin tierra, remando sin agua, deambulando sin destino?
El recuerdo es el retorno de un aire ya respirado; unas veces nos oxigena la pasión, otras nos contamina el olvido.
Por eso jamás debemos perder la esperanza por renovarnos, por hacer, soñar, vibrar y vivir. Cualquiera que sea nuestra edad biológica, todos tenemos juventud pendiente, ese tiempo perdido que a veces nos picotea el cerebro porque no entiende que renunciemos al glorioso bien de la vida renovada, a la pasión por hacer realidad ese algo íntimo, personal e intransferible que no acepta ni reconoce otra edad que la de la ilusión sin calendario.

Valentía tierna

Esta mañana, sin tener muy claro el por qué, amanecí animada y con deseos de desplegar ternura.
Ahora que la crisis ocupa noticieros y llena páginas y páginas de gráficos que exhiben desaceleraciones y cifras en rojo; ahora que lo que toca es la cara contraída, el ceño fruncido, la preocupación y el malestar porque todo va mal -sólo hay que leer los titulares para arrancar con desazón el día-, a mí me dio por ir contra corriente y hacerme la optimista.
Con tan malos augurios, pronto podemos caer en la huida, el ataque, la sumisión o inmovilidad, ingredientes que acompañan al miedo y la incertidumbre. Quiero creer que el ser humano será capaz de sobrevolar desgracias presentes, pasadas y venideras, conservando intactos sus más íntimos anhelos. Que frente a todas las crisis, desplegará su fuerza sin perder ni un ápice de su esencia. Que delante del ciclón que empieza a despeinar estabilidades y certezas, saldrá ileso, con la energía más renovada que nunca. Que sabrá expandir su ingenio e inteligencia para demostrarse a sí mismo que es capaz de sobrevivir sin renunciar a su más íntimo bienestar, empleando la fuerza suave. Valentía y ternura no están reñidas.
Aunque a veces pareciera que frente a un estado de alerta no puede convivir nada más que la desconfianza y el miedo, y se imponga ir de duro, acorazado y frío, la ternura siempre será la mayor valentía del alma. Frente a la crisis, alma.

La otra recesión

Estos días todos los medios de comunicación se han sobreextendido anunciando la tan temida recesión económica. Hablan del Producto Interior Bruto y del decrecimiento continuado de la actividad económica que traerá como consecuencia múltiples desastres en el paisaje bursátil. En resumen: una debacle sin precedentes. Y yo me pregunto, ¿por qué siendo tan importante nuestro bienestar interior, no se habla de la continua recesión interna que sufre el ser humano en todos los aspectos afectivo-emocionales?
Analicemos un poco el paisaje humano: los viejos cada vez se quedan más solos, masticando las horas que le quedan delante de programas-basura mientras anhelan una mano que les acaricie los recuerdos. Los niños cada vez saben más de tecnologías cibernéticas, de dietas y calorías que contiene un simple yogur y menos de cuentos infantiles y juegos sencillos. Los jóvenes se apuntan más rápido a deambular por los centros comerciales buscando atiborrarse de ruido y compras innecesarias antesque sentarse a escuchar lo que sus padres sienten. Los padres, en el desmesurado miedo a no tener con qué alimentar los estómagos y deseos de la familia, se enredan en el barullo del agotamiento laboral, en la selva del sobrevivir a punta de codazos mientras se pierden la adolescencia y evolución de sus hijos.
¿Cuándo se incorporará al Gobierno un ministerio que proteja, además del PIB, el BIN (Bienestar Interior Neto)?

¿Eres interesante?

El amor propio nos fortifica; el interés que podemos despertar en los demás nos masajea.
El aislamiento temporal, buscado y pactado con la propia conciencia, acostumbra a ser buena fuente de energía porque ayuda a vernos solos frente a un espejo que potencia la propia imagen. Durante minutos, horas o días, bloqueamos ruidos, obligaciones y tensiones hasta conseguir escuchar, en un silencioso vuelo por nuestros rincones más profundos, los latidos de los más íntimos sentires.
Pero salvo estos paréntesis de reflexión, nuestra vida transcurre inmersa en esa corriente imparable, a veces remanso y a veces remolino, que es la relación con los demás.
Si la reflexión es reencuentro, la relación es interés. En libertad, sólo nos relacionamos con quienes nos interesan porque nos aportan algunas de las mil y una energías que necesitamos para alimentar de materia y sentir nuestras vidas:amor, energía, amistad, talento, seguridad, belleza, diversión… ¡hay tantas!... y cada cual se sabe las suyas.
Y al igual que uno busca en otros, hay quienes prefieren nuestra relación porque creen que les aportamos aquello que no tienen y les sirve. Al final, todos somos coleccionistas de vida y momentos memorables. Intercambiamos nuestros cromos con los que más nos interesan de los demás. Cada vez que lo hacemos, tratamos de completar espacios vacíos de ese álbum intransferible llamado "Nuestra propia vida".
Clickeando sobre la imagen del reloj podrás ver un fabuloso video publicitario de Festina en el que se narra un poema de Ángela Becerra. Sin duda este video consigue emocionar al espectador. Que bonitos versos, Ángela. Julio Monje.

Ángela en el diario ADN

Ángela en el diario ADN
Semanalmente podemos leer las fantásticas columnas de Ángela en este diario de más de un millón de ejemplares.

Ángela Becerra

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