El conocimiento desmitifica el sentimiento. La ciega pasión, el deseo irrefrenable, el no aceptar críticas respecto al otro, corresponde a una vitalista etapa del deseo, alado por la belleza del descubrimiento y la obtención.
Si todo va bien, parece científicamente demostrado que este es un vuelo de máximo dos años. Después, lo nuevo declina en conocido, lo maravilloso en habitual, el fuego en brasa: llega la desmitificación.
Los sentimientos son hipérboles del cerebro que para que perduren hay que mantener húmedos, porque cuando no se hace tienden a agrietarse y secarse. Pasada la inflamación del despegue, amar es el derecho que más se tuerce. Mantenerlo vivo requiere dedicación y reciprocidad, un pacto no escrito de admiraciones, respetos y apoyos mutuos que hay que regar sin ahogar.
A diferencia de la fe, que puede ser eterna porque tiene una impenetrable y sagazmente incuestionable base irracional, los sentimientos, pasada la efervescencia, deben tener un soporte de mínima lógica capaz de resistir el roce de la convivencia.
Parece que el verano estimula nuevos brotes y reseca viejas raíces. Psicólogos, prostitutas y abogados saben que septiembre es época de aumento de heridas y desquicios en las parejas.
Al hacer la maleta de vacaciones, cuando el calor y la convivencia aprietan, es bueno incluir una invisible regadora: se trata de mantener húmedo ese extraordinario sentimiento llamado amor.
Clickeando sobre la imagen del reloj podrás ver un fabuloso video publicitario de Festina en el que se narra un poema de Ángela Becerra. Sin duda este video consigue emocionar al espectador. Que bonitos versos, Ángela. Julio Monje.
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