En algún momento, a todos nos dijeron que además de esta vida había otra. Sin pensarlo mucho, era obvio que para poder vivirla eran necesarias dos circunstancias: primero morirse, y después, creérselo.
Respecto a lo primero no cabe duda: todo lo que nace, muere. En cuanto a lo segundo, hasta el más creyente, antes de anatemizar debería tener una mínima comprensión de las lógicas dudas ajenas, porque con tantos millones de muertos supuestamente post-vivientes, por el momento no existe testimonio, mensaje o prueba que confirme qué tal se encuentran y cómo se lo pasan en la nebulosa eternidad.
Respetuosamente, y porque puestos a creer cada uno se aliña su verdad, pienso que sin necesidad de morirse (que casi siempre jode), existe la posibilidad de otras vidas dentro de la vida en vida. Sería, más o menos, lo que en términos populares se conoce como llevar una segunda vida.
Ese concepto, desde la intransigencia dogmática es vil y reprobable: sólo se puede vivir una vida, y para otras, el interesado se servirá esperar a morirse.
La otra visión (todo dorso tiene su reverso) es que lo mejor de la vida es vivir dos: una es la oficial, con su nómina, su hipoteca y sus atascos multi-todo; la segunda es la de los sueños despiertos, las horas sin reloj y las ilusiones sin faja, porque si no golpeas a nadie e incluso lo estimulas, en vida vives el doble.
Es vivir otra vida, pero por si las moscas, en vida.
Clickeando sobre la imagen del reloj podrás ver un fabuloso video publicitario de Festina en el que se narra un poema de Ángela Becerra. Sin duda este video consigue emocionar al espectador. Que bonitos versos, Ángela. Julio Monje.
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