Quien no ha tenido retos propios no ha podido canalizar dos de las tres mejores capacidades que, en nuestra condición de humanos, nos ha regalado la naturaleza: el talento y la energía (la tercera es la capacidad de amar).
Digo retos propios porque la mayor parte de nuestra vida la dedicamos a cumplir retos ajenos, aquellos que por necesidad, temor, bondad o tradición se agarran como lapas a nuestra conciencia y a nuestras horas. Somos galeotes de retos y rutas ajenos. Y así seguimos remando, sin detenernos un instante a percibir en toda su mágica y excitante luminosidad que lo que más nos construye, potencia y remansa es el talento, la energía y el amor dedicados a impulsar nuestros más íntimos, intransferibles y a veces incomprendidos sueños.
Nuestra historia personal, que es el long-play de nuestros momentos con huella, está orquestada con el inevitable efecto de las doce campanadas de cada fin de año y con la letra de los sueños por alcanzar. Pero como los grandes retos requieren planteamientos y formulaciones más serenas, aprovechando lo de las doce uvas este año voy a formularme, a golpe de campana, doce pequeños retos. Uno por mes: mínimo, sencillo, posible. En enero, adelgazar 500 gramos. En febrero, caminar una hora al día. En marzo, releer a Chejov. Y así… (son los míos, son secretos).
Si te gusta, te paso la fórmula. Y con ella te deseo un feliz 2007 multiplicado por doce.
Ángela Becerra
abecerra@diarioadn.com
Ángela en el diario ADN
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