Qué hubiese sido de nosotros si antes no hubieran existido nuestros padres? ¿Qué es de ellos cuando después de batallar con la vida, de limpiarnos lágrimas, mocos y cacas, de luchar por educarnos y alimentarnos, se pudren de tristeza y dolor en las mazmorras de la indiferencia colectiva?
¿Tenemos que recurrir a vídeos clandestinos para constatar la inhumanidad de los que dicen llamarse seres humanos, encargados del bienestar de los más débiles? ¿Cómo podemos convivir con esos nauseabundos que no conocen la decencia del amor al prójimo?
Las cintas filmadas en la "residencia", como denominan absurdamente a ese antro de Alcobendas, parecen sacadas de la peor película de terror. Seres abandonados a la peor de las desgracias: la furia de unos degenerados, frustrados, malparidos que desconocen la palabra caridad. ¿Cuántos ancianos en estos momentos están recibiendo en lugar de una caricia un bofetón? No estamos preparados para recibir, puesto que el recibir es la primera manifestación del saber dar, del devolver. Viendo aquello, se me ocurre que la sociedad está enloqueciendo de indiferencia, que antes de caer al precipicio del "sálvese quien pueda" haría falta instaurar urgentemente en la generación que se está haciendo, en lugar de más horas de matemáticas o castellano, una asignatura que enseñe cómo ser agradecido con quienes te lo han dado todo. Una asignatura que se llame Amor Compasivo.
Ángela Becerra
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Ángela en el diario ADN
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