Las alarmas se han disparado. Informes solventes concretan que nuestros jóvenes aprenden poco y mal. Que su formación, referida al área de ciencias, comparada con otros países que luchan por ser, estar y contar, es muy mediocre.
Prepárense: los parlamentos nacionales y autonómicos, allí donde se escenifica el gran teatro de la vida ciudadana, una vez más están prestos a repetir su conocido musical Échale a él la culpa de lo que pase, en esta ocasión con el tema Enséñale a estudiar como gran hit. El coro de culpas expelidas, cianuros parlamentarios y cerbatanas autonómicas será la nueva polvareda de tóxicos partidistas que oscurecerán el imprescindible consenso para un definitivo programa educativo que clama por dejar de cosechar suspensos.
La politización de la enseñanza es el virus amoral que siempre quiere inocular a su favor el Gobierno de turno. Lo dramático es que mientras se desvía una parte de nuestros impuestos en adoctrinar sesgadamente a los jóvenes, no nos concentramos en formarlos para competir en un mundo que viene abierto en la economía y comprimido en los nacionalismos. Y esto, amigos, al final lo pagaremos y muy caro.
¿No ha llegado la hora de que las starlets de las urnas hagan un pacto para resolver con eficacia, a largo plazo y con visión de modernidad, la formación de nuestros hijos? ¿Cuándo se dedicarán a fortalecer la ciencia y dejarán de manipular las conciencias?
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Ángela en el diario ADN
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