Mientras desayuno, oigo la radio. En la COPE, dos obispos y dos monjas barajan opiniones constructivas y serenas sobre el momento. Van tejiendo convivencia desde la comprensión, y se les nota hombres y mujeres muy actuales. Coordina un periodista con un apellido tan santo como la paz que irradian sus comentarios. Los obispos tienen prisa por acabar: quieren pasar el día trabajando en barrios duros.
En los altavoces del metro suena salsa y merengue. Algunos pasajeros bailan y muchos corean y ríen. Un joven cede su asiento a una abuela ecuatoriana. Ella lo abraza; él le da un tierno beso.
En la oficina todos se saludan con afecto. Al mediodía, el jefe irrumpe: se ha conseguido un cliente fantástico. La empresa invita a aperitivo: "Ha sido un éxito de todos", dice.
El telediario de las tres abre con la noticia de que los contertulios de todos los programas de radio y TV firman un pacto para respetarse y algunos no dar más pena.
El atasco de la tarde es monumental. Un taxista me explica un chiste. Es buenísimo y nos lo pasamos genial.
Por la noche, en la tele debate entre Z y Rajoy. De vez en cuando van reconociendo que la idea del otro es buena para el país. Están distendidos y cuando ambos se ríen de ciertas cosas, incluso parecen amigos.
Éste ha sido un día muy raro, pero lo cierto es que me ha subido el ánimo. ¿Y si los muy raros fueran todos aquellos que no paran de hundírnoslo cada día?
abecerra@adn.es
Ángela en el diario ADN
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