Las dimensiones de nuestra vida empiezan y acaban en nosotros mismos. Pero a veces queremos ampliarnos y por eso buscamos compañías. Pensamos que la adhesión a otros nos aportará algo que ellos tienen y nos apetece; buscamos conexiones que extiendan nuestro existir.
La experiencia la iniciamos muy pronto: los amigos de la escuela, los del barrio... Con ellos, todo era divertido y mejor.
Después llegaron las primeras grandes amistades, esos nudos de vegetación virgen que entrelazados buscan luz y senda en la selva. Con otros sumamos aficiones, ideas, intereses e incluso sentimientos. Compartir era nuestra forma más bella de ampliar nuestro crecer.
Hasta que un día, muchos decidieron crecer unidos a otro ser. Como si no fuésemos enteros, alguien se convertía en nuestra otra mitad: dos medias naranjas de árbol y raíz distinta, gajos y jugos insertados envueltos en una piel común que debía protegernos de un clima llamado "la circunstancia".
Pasaron los años. Unos se mantuvieron unidos y jugosos; otros, esposados por el aburrimiento.
A la pareja cada día hay que añadirle energía y sal de vida. Y cuando el aburrimiento asoma, agarrarlo por el cuello y ahogarlo entre libertades, sorpresas, complicidades, admiraciones y risas. Para crecer en compañía, hay que crecerse y ayudar a crecer. Esposarse con el aburrimiento es aceptar vivir en la jaula sin salida de la desolación.
Ángela Becerra
Clickeando sobre la imagen del reloj podrás ver un fabuloso video publicitario de Festina en el que se narra un poema de Ángela Becerra. Sin duda este video consigue emocionar al espectador. Que bonitos versos, Ángela. Julio Monje.
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Ángela Becerra
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