Completísima nota de prensa a cerca del lanzamiento de "Lo que le falta al tiempo". La nota hace un viaje por la literatura de Ángela e incluso hay algunas frases de la propia escritora. Fascinante. Julio Monje.
La escritora colombiana Ángela Becerra —que por su obra narrativa, El Penúltimo Sueño, recibió el Premio Azorín, concedido por la Diputación de Alicante y la Editorial Planeta, y que se tradujo a 16 idiomas, entre ellos el mandarín, griego, búlgaro y checo— retrata la historia de Mazarine, una joven estudiante de pintura que vive sola en el Barrio Latino de París, cuya vida se transforma cuando aparece Cádiz, un genio de la pintura creador de un movimiento revolucionario y que despierta en ella una pasión extremas.
Ángela Becerra nació en Cali en 1957, casada con el escritor español Joaquín Lorente, madre de dos hijas y que desde 1988 reside en la capital catalana, decidió retirarse del mundo de las agencias hace seis años para dedicarse de lleno a la literatura.
Su primera obra fue el poemario Alma Abierta (2001) y su primera novela De los Amores Negados, cuya primera edición obtuvo el premio Latino Literary Award 2004 en la Feria del Libro de Chicago (EE.UU.).
“Lo que le falta al tiempo es detenerse”, afirma la novelista, que de entrada rechaza que la cataloguen dentro de clasificaciones como la de pertenecer a un grupo de escritores colombianos o a una escuela literaria de moda de mujeres escritoras.
NO CREE QUE EXISTA EL “GRUPO DE BARCELONA”
Explicó que “normalmente hay un peso en el país de origen, donde se vende más, y en el otro cuesta que entren, como en España, los latinoamericanos”.
La colombiana no cree que exista un “grupo de Barcelona”, como ya mencionan algunos críticos de la literatura que escriben colombianos residentes en la Ciudad Condal.
“No me considero de ningún grupo. Soy muy solitaria y conozco a muy pocos escritores colombianos que viven en Barcelona”, manifestó.
No obstante, admitió que “sí hay una tendencia a un gran grupo de colombianos” que “no componen un estilo literario sino que hay una variedad, a diferencia de otros booms, como el latinoamericano de los años 70. Porque “el anterior era de una tendencia” pero “en este caso es un abanico muy abierto con termas muy diversos, algunos muy delicados como el de la violencia, la guerrilla”.
Para la colombiana “en Barcelona hay no sólo escritores sino mucha gente inquieta intelectualmente que sale de Latinoamérica y busca a Europa, que te arropa y te despierta la imaginación”.
UNA DISCIPLINA PARA ESCRIBIR Y OTRA NOVELA EN CAMINO
Dijo que está un poco cansada del ritmo de trabajo de los últimos tres años, aunque ya tiene en mente lo que sigue después de que cumpla con el ritual de presentar su última novela y de que se tome unos seis meses de descanso.
“Yo escribo cada día de 9 de la mañana a 3 de la tarde. estoy bastante agotada. Pero tengo una idea que me va rondando la cabeza. Es una imagen que me quedó en un viaje a Florencia, pues a veces un libro te sale de una persona. Y yo me encontré tres días seguidos a una mujer bajo un sombrero con una pluma, bebía un Campari y estaba a la misma hora igual”.
“Puedes empezar a imaginar muchas cosas, la puedes convertir en monja. Y esa imagen da para una historia, la tengo aparcada”.
Becerra rechaza que la ubiquen en el género de escritoras y una de sus razones es que hay hombres sensibles que se esconden detrás de los correos electrónicos para felicitarla por su obra que privilegia los sentimientos sobre la razón.
“La verdad es que a mí me molesta muchísimo este tema de las clasificaciones: literatura femenina, literatura masculina.... No creo que exista una literatura femenina y otra masculina. Hace poco estuve en un coloquio en Utrecht (Holanda) sobre eso. Me invitaron para hablar de literatura femenina y en mi discurso dije que nos dejemos ya de estar clasificando tanto porque la palabra no tiene sexo. ¿Por qué tenemos que dárselo? La palabra es universal”, expresó.
LA SENSIBILIDAD DE LOS HOMBRES
Añadió que ha leído libros “de hombres que tienen una sensibilidad enorme y ese texto podría ser de una mujer y podría serlo de un hombre”.
“El ser humano es completo, íntegro sea hombre o sea mujer. He descubierto que a muchos hombres —aunque no lo digan— les encanta leer literatura que les remueva las emociones y que hable de sentimientos”, manifestó.
Y subrayó que quienes más escriben sobre sus columnas en la prensa son hombres, “tal vez porque se esconden en el anonimato del e-mail. Dicen sin miedo que han llorado. Es muy bonito descubrir que en el hombre hay toda esa sensibilidad que ha sido reprimida por la educación. Se estaban perdiendo algo maravilloso y eso es cada vez mas visible. Y España es muy machista y Latinoamérica y también”, puntualizó.
En cuanto a Lo que la Falta al Tiempo, explicó que “quería hacer un libro que abordara el tema de la dualidad humana”.
En el libro aparece el cuerpo incorrupto de una santa, episodio que le contaron quienes habían conocido una familia que había recibido siglos atrás ese cadáver como canonjía a alguna participación en las Cruzadas.
También figura una secta que venía de los cátaros, doctrina gnóstica aparecida en el siglo X en Occitania, que trabajaban la dualidad y el bien y el mal, resultado de la influencia maniquea. Esa secta de la novela se llamaba los ars amants.
Por la razón del arte, París era el escenario ideal.
“El protagonista era un hombre de 60 años que había vivido el mayo francés de 1968. La chica vivía con aquel cuerpo; ella era una artista también y le iba muy bien situarla en el barrio latino. Era perfecto que la secta se reuniera en las catacumbas y empecé a ir a París a buscar unos escenarios que había elegido desde Barcelona”, precisó la autora.
Agregó que “quería un sitio emblemático para el estudio del pintor” y encontró un ático ideal, además, “un hotelito” en el que escribía desde una buhardilla, en un sector que recorrió una y una otra vez.
“El ser humano es completo, íntegro sea hombre o sea mujer. He descubierto que a muchos hombres —aunque no lo digan— les encanta leer literatura que les remueva las emociones y que hable de sentimientos”, manifestó.
Y subrayó que quienes más escriben sobre sus columnas en la prensa son hombres, “tal vez porque se esconden en el anonimato del e-mail. Dicen sin miedo que han llorado. Es muy bonito descubrir que en el hombre hay toda esa sensibilidad que ha sido reprimida por la educación. Se estaban perdiendo algo maravilloso y eso es cada vez mas visible. Y España es muy machista y Latinoamérica y también”, puntualizó.
En cuanto a Lo que la Falta al Tiempo, explicó que “quería hacer un libro que abordara el tema de la dualidad humana”.
En el libro aparece el cuerpo incorrupto de una santa, episodio que le contaron quienes habían conocido una familia que había recibido siglos atrás ese cadáver como canonjía a alguna participación en las Cruzadas.
También figura una secta que venía de los cátaros, doctrina gnóstica aparecida en el siglo X en Occitania, que trabajaban la dualidad y el bien y el mal, resultado de la influencia maniquea. Esa secta de la novela se llamaba los ars amants.
Por la razón del arte, París era el escenario ideal.
“El protagonista era un hombre de 60 años que había vivido el mayo francés de 1968. La chica vivía con aquel cuerpo; ella era una artista también y le iba muy bien situarla en el barrio latino. Era perfecto que la secta se reuniera en las catacumbas y empecé a ir a París a buscar unos escenarios que había elegido desde Barcelona”, precisó la autora.
Agregó que “quería un sitio emblemático para el estudio del pintor” y encontró un ático ideal, además, “un hotelito” en el que escribía desde una buhardilla, en un sector que recorrió una y una otra vez.
Ángela, en breve
Influencias
Cuando un escritor me gusta, suelo hacer un monográfico de éste, hasta empaparme de él. Me fascina adentrarme y descubrir entre líneas su alma, la que aparentemente no revela, pero de la que está impregnada su obra. Es como un juego sicológico. Los que más me gustan son los rusos, Tolstoi y Chejov, por la magistral forma que tienen de abordar las relaciones humanas. El universal Proust, que puedes leerlo y releerlo y descubrirlo en cada lectura. Los japoneses, en especial Yasunari Kawabata, por sus enigmáticas atmósferas, el sudafricano Coetze, por la limpieza y precisión de su lenguaje y los latinoamericanos, por lo próximos que llegan a estar a mi sentir.
El aprendizaje
Uno de los grandes aprendizajes que me dejó la publicidad es el rigor a la hora de crear. Cada mañana, cuando me siento a escribir, sé que de mi trabajo saldrán como mínimo dos páginas de las que sentirme satisfecha. Nunca espero a que la inspiración venga a mí, soy yo quien sale en su búsqueda y siempre la encuentro.
¿Escribe del amor?
¿Usted está seguro de eso? Yo quiero pensar que no; que la mayoría de las personas, por no decir todas, necesitan sentirse amadas o al menos valoradas por alguien. Yo creo profundamente en el ser humano y en su enorme capacidad de amar, muchas veces aún por descubrir. Pienso que muchos comportamientos, digamos equivocados, se deben a la falta de amor, primero propio y después, ajeno. Por eso me fascina la sicología. Busco a través de mis libros entrar en los sentimientos del lector; abordar los sentimientos, entendidos como plenitudes y carencias, luces y sombras que componen un todo, y con ellos tratar de plasmar interiores que toquen su alma y en los cuales puedan llegar a identificarse. Soy de naturaleza optimista.
¿Dejó la poesía?
Si tú escribes poesía, nunca la puedes dejar. En todo caso sería ella quien, si no te encuentra digno, te abandona. Para mí, la poesía es mi sombra; me acompaña desde que nací y espero que nunca me abandone.
¿Cómo quiere ser recordada?
Como un ser humano que creía profundamente en la vida y en la capacidad que pueden desarrollar las personas, si quieren, de vivirla intensamente. Como alguien que hizo vibrar con sus escritos, el alma de muchos lectores.