Poder elegir es el fruto fresco y maduro de la libertad. Cuando podemos contestar o callar, decidir o ignorar, aceptar o rechazar sin estar sometidos a presiones o coacciones, estamos activando nuestra responsabilidad y dignidad como seres humanos: estamos eligiendo en libertad.
No fue fácil el camino. La historia transpira, suda y rezuma dominaciones, esclavitudes, exterminios, humillaciones y mil y una maldades que aún hoy logran su triunfo por el sometimiento intelectual e incluso físico. Los enanos mentales borrachos de poder siguen siendo los enemigos máximos de la libertad.
Las sociedades realmente libres se detectan con rapidez porque viven envueltas en una permanente multiplicidad de ideas, pensamientos y cosas. Hay ofertas de estilos de vida y de cama, de creencias y agnosticismos, de banderas y paños de lágrimas, de himnos sin letra y palabras sin música, hipotecas y alquileres, vuelos lejanos y atascos próximos, vitaminas y anemias, universidades y discotecas. Sobra de todo porque la libertad siempre provoca la multiplicidad.
La libertad huele a oferta. Ya no hay un solo camino, porque la libertad te sitúa constantemente en una cumbre desde la que puedes volar en cualquier dirección. Ya no hay imposición ajena, porque reclama tu constante raciocinio sin maldad para que ejerzas tu poder de pensar y elegir.
Por eso, a veces la libertad fatiga. Pero su ausencia siempre mata.
abecerra@adn.es
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