Ángela Becerra: "¿A quién creer?"

Las creencias son flotadores. En la bonanza ayudan a mantenerse, y en las tormentas, sostienen para no hundirse o mentalizan para hundirse mejor.
Creencias personales aparte, la mayoría nos apoyamos en creencias compartidas -sociales, morales, económicas, políticas- que más aguantan cuanto más aire les insuflamos, porque un flotador poco hinchado acaba siendo un inútil incordio.
En esta voluntad por regenerarse y que no se nos deshinchen las creencias, la responsabilidad de los líderes de turno es trascendental, porque el aire que a nuestro flotador introducimos, antes lo hemos inhalado de atmósferas que ellos, con sus actos, limpian o contaminan.
Y uno no para de preguntarse. ¿Está la cultura vaticana a la altura moral de los sacerdotes y creyentes de la parroquia del madrileño barrio de Entrevías?
Que el imperio USA haya reelegido a un emperador que ahora ellos mismos desprecian… ¿Será un signo de su propia decadencia?
¿Qué futuro tienen los nacionalismos excluyentes con tufillo a subdesarrollo post-albánico?
¿Hasta cuándo las mujeres de tantos países se verán anuladas y sometidas por capullos cerebrales?
¿A cuántos se podría alimentar con el coste de una bomba para matar?
Con estas atmósferas es difícil hinchar de aire puro nuestros flotadores. Por eso, la mayoría acaba pensando que, en lo colectivo, lo que de verdad nos sostiene a flote es la democracia con mucha cultura y con el máximo de clase media.

Ángela Becerra
abecerra@diarioadn.com